4.4.06

En Busca de la Maleta Perdida (parte 5 de 5)

Se acabó, damas y caballeros. Como todos los años haga una crónica de mis vacaciones y tarde lo mismo en escribirla, vamos apañados...

... eso sí, al menos he dejado lo mejor para el final. ;O)

--27 de Agosto--

- Sin duda, el día más esperado. Se suponía que debíamos levantarnos a las 8:00 AM, pero una hora antes ya estoy en pie. Me siento bastante mejor de la diarrea, lo cual se agradece teniendo en cuenta a dónde vamos a ir esa mañana.
- Tras un breve desayuno, el grupo se reúne en la puerta del hotel. Kramy reaparece con gafas de sol. Subimos al minibus que nos va a llevar a las Pirámides... es decir, que básicamente va a cruzar la calle.
- Ahi está. Más grande de lo que yo imaginaba (y mirad que yo tiendo a ser exagerado). Gigante. Enorme. Colosal, si me lo permitís. El que fue el edificio más grande del mundo durante milenios, hasta la construcción de la Torre Eiffel. La única e inimitable Gran Pirámide de Keops. He dejado estas dos imágenes sin comprimir para que podáis apreciar su verdadera escala (haciendo click, por supuesto). Fijáos bien en el tamaño de la gente en la segunda imagen...





- Acojonante, ¿verdad? Y encima hace un día estupendo. El clima del Cairo poco tiene que ver con el del sur del país. Sopla un brisa curiosamente agradable, teniendo en cuenta que estamos en el desierto.
- Nos metemos en el Museo del Barco de Keops (también conocido como Barco Solar). Se trata de una enorme embarcación restaurada que fue descubierta por un familiar de Kramy muchas décadas atrás, nada menos. Estaba enterrada junto a la pirámide, como parte de un ritual. No están permitidas las fotos con flash, pero en mi caso...



... no pude resistirme. Y que me echen un galgo, oye...
- Aquí tenéis una impresionante vista de las tres pirámides. De izquierda a derecha: la de Keops, la de Kefrén y la de Micerinos (se pronuncia "mikerinos"). Kefrén parece más grande, pero en realidad es unos 5 metros menor que Keops. Se trata de un curioso efecto óptico, producido por estar construida en un terreno más elevado y conservar parte del revestimento original en la parte más alta. Ah bueno, y luego salgo yo, que no se diga que no estuve realmente ahí...





- Algo que notamos mucho en el grupo es que aquí Kramy está en su salsa. Es obvio que esa es su tierra, porque se conoce la zona de las pirámides como la palma de la mano (no, aquí ya no le podemos corregir, lástima...). Por cierto, mirad qué foto más maja saqué de un halcón en pleno vuelo. Parecía que el mismísimo Horus estaba vigilándonos...



- Se supone que debíamos entrar en la de Micerinos, la más pequeña, pero justo ese día está cerrada al público. Nos la había recomendado Kramy porque era la de más fácil acceso. Pero nosotros queremos entrar en una pirámide, así que Kramy nos recomienda la de Kefrén, ya que la de Keops es verdaderamente infernal. Aquí tenéis nuestra pirámide...





... y a mi de regalo. Lo siento, nací para el espectáculo.
- Nos planteamos si la pirámide de Keops es el octavo círculo del infierno, porque la de Kefrén también se las trae: un pasillo estrecho y muy bajo de techo (hay que ir agachado toda la bajada) que desciende por una rampa, que luego pasa a ser un pasillo recto y finalmente vuelve a ascender. Y con una ambiente digno de una sauna turca. Total, para llegar a la cámara real y ver que está vacía salvo por el sarcófago de piedra abierto y un mensaje en la pared de los franceses que abrieron la tumba, hace un par de siglos. Y yo en la pirámide como un gilipollas madre, y yo en la pirámide como un gilipo-o-o-llas...
- Pero el caso es que estuvimos dentro. Con dos cojones. Al salir nos llevan a la siguiente parada obligada: La Esfinge. Ante ella se encuentra el templo donde momificaron a Kefrén (un proceso que duraba 70 días). Pero en fin, supongo que queréis verla a ella. Así que sin más preámbulos, aquí está.







- Entre las patas de la Esfinge se encuentra la Piedra del Sueño. Finalmente nos vamos de la Meseta de Giza y Kramy nos lleva a una tienda de perfumes que, para sorpresa de todos, está regentada por... ¡un madrileño! O como yo le llamé, El Madrileño Acelerado. Y es que el tío hablaba a tropecientas revoluciones por minuto...
- Nos llevan a comer a un restaurante bastante majo, pero que nuevamente nos deja una mala experiencia. No por la comida, sino por algo que me parece que no he explicado sobre este viaje: posiblemente la frase más repetida durante las vacaciones fue "¡Un euro, un euro!". Era lo que gritaban todos los vendedores que nos perseguían intentando vendernos algún souvenir chorra. A esto, añadid a los egipcios las ganas de pedir propina por TODO, hasta por las cosas más tontas. Pues bien: en los lavabos de ese restaurante había un par de chavales que se ofrecían a pasarte papel de váter para limpiarte las manos... ¡y luego te pedían un euro de propina! Desde luego, si lo que quieren es ahuyentar a los turistas, van por buen camino...
- Por la tarde vamos la famosa Mezquita de Alabastro, donde Kramy aprovecha para explicarnos algunas cosas sobre el Islam (nunca viene mal culturizarse un poco). Todo el edificio es precioso, pero el interior y especialmente el techo son sencillamente espectaculares. Y menuda sonoridad. En el exterior nos cruzamos con un grupo escolar, que podéis ver más abajo.







- Última visita del día: el mítico Bazar de Khal El Khalili. Un inmenso laberinto de callejuelas repleto hasta los topes de gente, formando un hormigueante tráfico. En una de las paradas me compro un llavero plateado con una forma muy especial: un Ankh. La Llave del Nilo (también conocida como Llave de la Vida). Bueno, aquí tenéis imágenes del paseo por el bazar. Atentos a la última, porque tiene un letrero de lo más... insólito.







- Volvemos al hotel y allí nos ofrecen una cena "de lujo"... bueno, como mínimo parece un poco más egipcia que la mayor parte de la comida que nos han ofrecido durante el viaje, muy de estilo internacional.


--28 de Agosto--

- Y yo con mis agujetas como un gilipollas madre. Y yo con mis agujetas como un gilipo-o-o-llas...
- Hoy es el cumpleaños de María del Mar (si, la de nuestro grupo). Nuevamente nos reunimos ante el hotel para marcharnos en taxi. Quizá convendría aquí explicar algo sobre el tráfico del Cairo: imaginad un cruce entre Mad Max y el Carmaggedon. Pues algo así, pero con una convicción general de que en el Cairo están los mejores conductores del mundo (puedo jurarlo. La de especialistas que Hollywood podría sacar de ahí...), y de que el coche es una máquina superior al indigno peatón, que debe acostumbrarse a sus movimientos erráticos y suicidas, y no a la inversa. En realidad, creo que me quedo corto...
- Bueno, pues aquí tenéis el Museo del Cairo. Lástima que la entrada sea lo único que puedo enseñaros, porque no dejaban entrar con cámaras. Al menos pude fotografiar una de las esfinges de la entrada, y mi padre nos sacó a todos juntos (Kramy incluído).





- El interior del museo es alucinante. Gigantesco. Ahí se guarda todo lo que los británicos no han rob... trasladado. Kramy se siente más en su territorio que nunca, y eso se nota. Todo el piso superior está dedicado a la tumba de Tutankhamon, y nos quedamos de piedra al contemplar la bellísima y espectacular máscara del faraón, hecha de oro.
- Seguimos el recorrido por la planta baja. Vemos las figuras de Akenatón (un faraón que trajo un gran cambio en las esculturas, a partir de entonces mucho más estilizadas), salas dedicadas a las diosas Sekmet y Hathor (esta última en forma humana y de vacas)... y finalmente llegamos a la verdadera joya del museo. Ni Tutankhamon ni leches. El mayor tesoro es una figurita de apenas 7'5 cm de alto, que resulta ser la única representación que existe de Keops, el faraón de la Gran Pirámide. Según nos cuenta Kramy, esa minúscula escultura vale más que dos museos juntos. Y personalmente, lo que más me asombra no es su valor, sino el altísimo nivel de detalle que tiene.
- Salimos del museo (lástima que no pueda verse en un solo día ni de coña) y vamos a comprar una nueva maleta, más que nada para que quepa todo lo que hemos ido comprando a lo largo de las vacaciones. Mis padres y Kramy salen del taxi y entran en una tienda (yo no salgo por pura vagancia, la verdad). Y en esto que el conductor pone el coche en marcha y, sin mediar palabra, se pone a dar una vuelta a la manzana. Y yo en mi taxi solo como un gilipollas madre, y yo en mi taxi solo como un gilipo-o-o-llas. Por una décima de segundo llegué a considerar la idea del secuestro, pero al parecer le había dicho a Kramy que nos esperaría en otro punto. Coño, estas cosas se avisan...
- Hora de comer. Nos reunimos de nuevo con toda la gente del barco en un restaurante donde, una vez más, sirven comida internacional. Bueno, quizá con algún toque egipcio, pero casi nada que no pueda encontrarse en un self-service. Mientras comemos le hago esta foto a la pareja madrileña: Fausto y Ana. Bueno, al menos comemos junto al Nilo...



- A la vuelta... iba a decir que el tráfico estaba colapsado, pero eso sería como afirmar que el agua está mojada. El caso es que volvemos al hotel, y hago la que, en mi modesta opinión, es una de las mejores fotos que hice en el viaje. Digna de postal, ¿verdad?



- Pues también aproveché, en vista de que ya no nos quedaba mucho tiempo, para pedir permiso para hacer una foto al gran restaurante del hotel, donde cenamos la noche anterior. Desde luego, la vista es inmejorable.



- Me voy a la piscina. Es enorme, está caliente y es increíblemente profunda (más de 3 metros en según qué puntos). Además, está llena de turistas franceses (lo cual no es un dato muy relevante, lo sé). Al subir por una escalera me hago un profundo corte en el dedo anular de la mano izquierda, que con el cloro me escuece como si me hubieran cauterizado la herida con pólvora, por lo menos. Por fortuna y gracias a mi factor curativo (en serio, un día de estos tengo que hablaros de ello. Lobezno a mi lado no es más que un aprendiz) deja de sangrar en pocos minutos.
- Gran cena de despedida de las vacaciones. Volvemos al restaurante en el que comimos el día anterior, pero esta vez vamos a la azotea. Aquí hay un poco más de cocina egipcia que de costumbre, pero en general todo sigue pareciendo muy internacional. Nos ofrecen un nuevo espectáculo: otro bailarín sufí, bastante bueno aunque no tanto como el del barco... y de nuevo una bailarina. Esta es 10 veces más simpática, 20 veces más guapa y en general 30 veces mejor que la del barco. Mi padre le hizo unas cuantas fotos, pero como la chica no paraba de moverse, ha salido borrosa en todas. Una pena. Todo ello mientras vemos, no muy lejos, como las Pirámides se iluminan de colores en un espectáculo nocturno.
- Una anécdota: le había preguntado al DJ que iba poniendo música si tenía algo de Queen. Dijo que sí. Y mucho rato después, cuando ve que ya vamos a marcharnos, resulta que el tío se acuerda y nos pone We Will Rock You. Todo un detallazo.
- Nos despedimos de Kramy y de los madileños, a los que ya no veremos al día siguiente, el último de las vacaciones. Se hace duro, porque nos hemos llevado muy bien entre todos. María aún nos acompañará un día más.


--29 de Agosto--

- Último día. Damos un paseo matinal por el recinto del hotel para estiras las piernas. Hay libélulas y halcones negros por todas partes. Y un apagón. Sí, vale, no tiene mucho que ver una cosa con otra...
- Un guía diferente, recomendado por Kramy, nos dará un paseo "extra" por El Cairo. Se llama Amro, pero dice que podemos llamarle Pedro (no preguntéis por qué. No lo sé). Antes de salir, en la puerta del hotel contemplamos al que posiblemente sea El Gorrión Más Idiota del Mundo. No para de lanzarse en plan kamikaze contra un espejo, aporreándolo con el pico o directamente con la cabeza. Y cogiendo impulso desde lejos, además. No sabemos si nos da pena o risa, la verdad.
- Amro (Pedro) nos lleva hasta el Barrio Copto, una zona claramente distinta, por motivos obvios, del Cairo musulmán. Los cristianos coptos levantaron muchas iglesias en la zona, con un diseño bastante peculiar, como podéis ver aquí debajo. Además, en la siguiente foto puede verse una fuente de estilo claramente árabe, que se encuentra en el interior de la misma iglesia. ¿Mestizaje de culturas? Va a ser que sí...





- Tras la visita matutina, nos vamos a comer. Amro nos lleva a un restaurante "típico" (algo así como una taberna de la España profunda, pero con los menús en árabe y más moscas que en el lavabo de un instituto). Un rato más tarde nos paramos a tomar algo en un bar y ahí descubro el Zumo de Mango Preternatural(tm), de una densidad comparable a la de una estrella de neutrones.
- A continuación tiene lugar otro Expediente X: Amro (Pedro. Perdón por repetirlo, pero es que no sé muy bien cómo llamar a este hombre) nos saca de la ciudad, hacia las afueras (un viaje considerable, dicho sea de paso). Cuando le preguntamos a dónde vamos, él nos contesta: "Al campo". Y más de media hora después, sin hacer ni una sola parada, nos lleva de vuelta al hotel. Si quería cumplir su horario con puntualidad inglesa (en plan "me han dicho que vuelva a esta hora y a esta hora pienso volver"), desde luego lo consiguió.
- En un rato aburrido frente a la puerta del hotel (donde ya tenemos nuestras maletas esperándonos), compruebo que el Gorrión Suicida(tm)... ¡sigue lanzándose contra el espejo! En fin, cada uno se divierte como quiere. Yo, por ejemplo, saco fotos como esta. Otra digna de postal, ¿no creéis?



- Llega el autobús. Atravesamos El Cairo durante más de una hora (aprovecho ahora para decir esto: ¡todos los malditos cruces eran iguales! ¿Cómo coño se orienta esta gente?). Junto a mi se sienta un pasajero que tiene el mismo timbre de voz que Joaquín Sabina. Vale, eso último no es muy relevante, lo admito...
- Como dije en la anterior entrega, el aeropuerto "nuevo" resulta ser el viejo. Tras otra larga espera y habiendo pasado más controles que un árabe en la Casa Blanca, llegamos a la puerta de embarque, que podéis ver aquí debajo.



- En ella nos espera una desagradable sorpresa: los policías, corruptos hasta la médula, se dedican a requisar todo el tabaco para cachimba (pipa de agua) que llevan los turistas (María del Mar entre ellos). Y lo peor no es eso, ni tampoco el hecho de que se ponen a vendérselo entre ellos sin esperar siquiera a que hayamos entrado en el avión (que digo yo: puestos a ser corrupto... ¡hijo mío, al menos disimula!). No. Lo peor fue que me obligaron a quitarme el cinturón. ¿Por qué? No lo sé. Es más, no quiero saberlo. Ahí estaba yo sin mi cinturón como un gilipollas madre, y yo sin mi cinturón como un gilipo-o-o-llas...
- Reprimiendo mi furia, empieza finalmente el viaje de regreso a casa. La comida que nos sirven está fría, pero menos da una piedra. Aunque para fría el agua de mi vaso que, en un bache, me salta encima. Empiezo a pensar que algún dios egipcio me ha soltado una maldición. Y yo mojado como un gilipollas madre, y yo mojado como un gilipo-o-o-llas...
- Durante el viaje veo muchas luces diseminadas en una gran negrurar (el Mediterráneo, para los menos lúcidos). Me atrevería a jurar que pasamos sobre Italia, Córcega y las Baleares. Unas cuatro horas después realizamos un aterrizaje durísimo (con saltos y vibraciones como no se veían desde la última de Nacho Vidal) en el Aeropuerto del Prat. Hemos llegado a casa.
- Y cuando vamos a recoger las maletas... jejeje... ¿creéis que nos han perdido otra? Bueno, no exactamente. La realidad se muestra mucho más irónica con nosotros, porque lo que nos encontramos es... ¡esto!



- Decenas y decenas de maletas amontonadas en muchas filas, desperdigadas por todas partes. La mayoría provenientes de Rusia. ¿Qué hacían ahí? No lo sé. ¿Está nuestra propia maleta entre ellas, habiendo llegado hasta ahí atravesando medio mundo? Todo es posible. Bueno, no, no lo está. Pero habría molado, ¿no?
- Nos despedimos de María. Pedimos un taxi. Llegamos a casa. Saco los apuntes sin los cuales no habría podido acabar esta crónica tanto tiempo después. Y caigo rendido. Estoy agotado. A dormir. Despedida y cierre. Fin de la crónica. Punto y final. Sacabó. No hay más. Es lo que hay. No se admiten devoluciones. Hasta otra. ¡Que sus vayáis, coñe!

2 comentarios:

Koopa dijo...

Muy buena la crónica, la verdad es que nunca había leído un punto de vista tan personal de un viaje por esos lares. Tal como lo cuentas ha de ser un lugar maravitupendo, ah, molaría ir allí! =)

Chuck Draug dijo...

La verdad es que, en general, las cinco partes forman una crónica más que completa del viaje a Egipto. Realmente interesante, Shimart. :)

Las pirámides se ven ENORMES. Yo sabía que eran grandes, pero no tanto... O_o