5.10.05

En Busca de la Maleta Perdida (parte 1)

Bueno, pues por fin puedo empezar la crónica de las vacaciones (ya era hora), ahora que ya tengo escaneadas las últimas fotos que necesitaba.

Empecemos, pues. Agárrense los machos (y las hembras).

-----------------------

19 DE AGOSTO

Empecemos, por ejemplo, en el aeropuerto del Prat. La larga cola para facturar el equipaje está peligrosamente cerca de otra igualmente enorme, con destino a Venecia. Hay problemas informáticos y las azafatas llegan con 10 minutos de retraso y una pachorra increíble.

Tras comer, nos enteramos de que nuestro avión saldrá con una hora de retraso. Estupléndido. Me compro el Jueves y encuentro esta viñeta:


Y las carcajadas resuenan por todo el recinto.

El avión está ya en la puerta de embarque. AMC Airlines. La misma compañía que, al día siguiente de que volviéramos a Barcelona, nos enteramos que había cancelado un vuelo a Lúxor porque los turistas creían que el avión era inseguro. Nos encanta el riesgo...

Es un avión enorme, eso sí. La vista desde fuera engaña. Pero una vez dentro, veo que es el avión más grande en el que he viajado nunca (3 asientos a cada lado y 4 en el centro, Un bicho muy gordo). Hay un atasco en la salida de los aviones (de los cuales, según vemos, el 90% son de Iberia), pero finalmente salimos.

El viaje es largo y aburrido. Y las azafatas unas bordes que no sonreirían ni aunque el destino del universo dependiera de ello. Tras cuatro horas de vuelo, llegamos finalmente a Asuán, con un aterrizaje de los más movidito, incluyendo botes e inclinaciones del avión hacia ambos lados durante varios segundos, hasta que se estabiliza. Todos los pasajeros aplauden. No hay duda, somos españoles...

Al tomar tierra, nos dicen la temperatura exterior: nada menos que 38º C a las once de la noche. Casi nada. Salimos al exterior para comprobrar que, efectivamente, hace un calor de cojones. Nos llevan a la terminal y nos comprueban los visados y pasaportes. Lo siguiente es ir a recoger las maletas, claro.

Hasta aquí, todo más o menos bien. Algunas cosas, regular. Pero nada de lo que podamos quejarnos. Bueno, continuemos.

Llegamos a la cinta en la que se recoge el equipaje. Las maletas van desfilando una tras otra, y de vez en cuando vemos pasar un cinturón y una zapatilla de playa que, por razones desconocidas, iban sueltos dentro del avión. Recogemos una de las maletas, la grande. Siguen pasando... vuelven a pasar otra vez... y entonces la cinta se detiene.

No hay nada más.

La maleta con gran parte de mi ropa, los cepillos y la pasta de dientes, el cargador de la cámara de vídeo y el del móvil de mi padre, entre otras cosas, ha desaparecido. Y descubrimos que no somos los únicos: el hombre que había facturado su equipaje justo antes que nosotros, también ha perdido una maleta. ¿Habrán ido a parar a Venecia? Ni idea, a estas alturas aún no la hemos recuperado. Ni la volveremos a ver, me temo.

Total, que mi padre va a notificárselo a los policías del aeropuerto (que apenas hablan español), mi madre se va a hablar con el representante que nos estaba esperando, y yo me quedo a vigilar la única maleta que nos queda.

Atentos a la escena. Visualizadla mentalmente. Esto es lo que pasaba por mi cabeza en aquel momento: "Bien. Estoy en un aeropuerto egipcio. Son las 11 de la noche. Mi padre está con la policía. Mi madre está con un señor raro. Yo estoy guardando lo único que nos queda. Nuestro grupo se está largando... y yo sin mi maleta como un gilipollas madre, y yo sin mi maleta como un gilipo-o-o-llas".

Mi madre y yo vamos finalmente al autocar que nos tiene que llevar a nuestro barco, el Pyramisa. Debido a la situación, los nervios están a flor de piel. El autocar se mueve un poco y saltamos los dos gritando que mi padre aún está en el aeropuerto. No pasaba nada, era sólo que se había apartado un poco para dejar paso a otros vehículos. Finalmente mi padre vuelve, y nos ponemos en marcha. El guía del autocar nos explica a todos que alguien ha perdido una maleta (sí, bueno, total...), y algunas normas a seguir en el país.

Entramos oficialmente en Asuán. Lo primero que nos llama la atención son los coches: el 95% son de quinta mano (por lo menos). En serio, el modelo más moderno debía haber sido fabricado hacía por lo menos 20 años. Lo segundo que nos llama la atención también está en los coches; concretamente, en las luces. Azules y verdes. Algún motivo tendrán, digo yo. Y en tercer lugar, vemos a la gente: bajamos un calle con un parque que me recuerda a Montjuïc de noche: montones de familias y parejas tumbadas sobre hierba, con niños saludando a los turistas (o sea, nosotros) como si les fuera la vida en ello.

Entrada a lo grande: cruzamos la Gran Presa de Asuán. De noche no es tan espectacular, pero en fin... el caso es que finalmente llegamos al muelle, donde hay tropecientos barcos de crucero amarrados. En esto que el guía del autocar dice: "Bien señores, ya hemos llegado a nuestro barco. El Moon River".


Ejem... ¿perdón? Nuestro barco era el Pyramisa, no el...

Bueno, es igual. Lo que sea. Padentro. No es el Pyramisa. Interior espectacular. Pero no es el Pyramisa. Es igual. Lo que sea. El guía dice que se pondrán a buscar la maleta al día siguiente. Igual va a parar al Pyramisa. Que no es nuestro barco. Es igual. Lo que sea. A cenar. Se come bien. A dormir. Pero no es el Pyramisa. Es igual. Lo que sea. A dormir, que todos estamos ya bastante cabreados...

¡Pero no es el Pyramisa!

Sssshhhh... quiero dormir...

1 comentario:

Koopa dijo...

Espeluznante... ¿Qué será de todo el equipaje perdido? ¿Preparán una venganza contra la raza humana desde los confines de objetos perdidos? Uh... =P